Perdón amada mía por llegar tarde a la
cita en el parque y nunca haber podido hablar de un altar, perdón por dejar;
que nos venciera la pereza o la cruda realidad, perdón por permitir que nuestro
amor se evaporara y dejar que el oxigeno nos ahogara y que las promesas
incumplidas se quedaran, perdón por este corazón indomable y loco, y por las
noches de insomnio donde quedaste desamparada, perdón por la sal en las
heridas, por llorar a escondidas y por estas cicatrices que quedaron de mis
tiempos de suicida, perdón por no tener la esperanza de un futuro mejor y de no
permanecer a tu lado cuando nuestras decisiones nos hundían en medio del
adiós...
Extraído
de "Muerte en cada cigarrillo y un café"
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